13 de febrero de 2025

Beber vino a diario podría mejorar la tasa de enfermedades cardiovasculares, pero…


Comentario de Carlos Hernández Teixidó (@carlos_teixi)

El estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea) fue un ensayo clínico multicéntrico y aleatorizado en España, diseñado para evaluar los efectos de la Dieta Mediterránea en la prevención primaria de enfermedades cardiovasculares (ECV). Incluyó 7447 participantes sin eventos previos, pero con alto riesgo cardiovascular (RCV) en relación a la presencia de DM2, HTA, dislipemia, obesidad, tabaquismo o antecedentes familiares de enfermedad coronaria prematura. Los participantes fueron aleatorizados en Dieta Mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra (AOVE), suplementada con frutos secos, o dieta control (baja en grasas). Los resultados mostraron una reducción del 30% de eventos cardiovasculares (EvCV) en los dos primeros grupos en relación con la dieta control. 

La dieta mediterránea empleada tenía un consumo alto de AOVE, de frutas y verduras, legumbres, pescados y mariscos, cereales integrales y frutos secos; y un consumo moderado de huevos (4 por semana), lácteos y aves de corral. Se limitaban las carnes rojas, ultraprocesados y el alcohol. Sin embargo, el vino se saltaba esta restricción siendo opcional y moderado, permitiendo una copa al día para quienes ya consumían vino. El estudio que hoy comentamos en el blog, es un estudio de casos y cohortes dentro del PREDIMED donde se valora la relación entre el ácido tartárico (biomarcador de consumo de vino) y la tasa de EvCV. (Sigue leyendo…)
 
El ácido tartárico es un biomarcador que se produce en las uvas y en las pasas, y rara vez es sintetizado por otras plantas. Por ello, el ácido tartárico es una forma sencilla de evaluar el consumo de vino (excluyendo el consumo de uvas).

Para valorar la hipótesis se realizó un estudio de casos y cohortes anidado dentro del estudio PREDIMED usando la cohorte de casos incidentes de ECV (n= 685) y otra cohorte aleatoria (que incluyó 78 pacientes con EvCV). Se valoró el ácido tartárico urinario al inicio del estudio -se guardaron muestras de orina congeladas- y después de un año. Además, se acompañaron de un cuestionario de frecuencia alimentaria validado para evaluar la precisión del ácido tartárico. 

Como era de esperar, el consumo de vino se relación de forma lineal con la presencia de ácido tartárico en orina. Las categorías de pacientes que más excretaron fueron hombres, fumadores, con poca prevalencia de DM2, que realizaban actividad física y cuyo consumo calórico era mayor. 
 
Niveles moderados de ácido tartárico (3-12 y 12-35 mcg/mL) estuvieron asociados con un menor riesgo de ECV. El primero, correspondiente a 3-12 copas de vino al mes con un HR 0,62 (IC 95% 0,38-1,00); y el segundo, correspondiente a 12-35 copas al mes con un HR 0,50 (IC 95% 0,27-0,95).
 
Al observar el riesgo para cada componente individual de ECV (IC, IAM; ACV o muerte CV) según las concentraciones de ácido tartárico se vio que existía una asociación inversa entre los niveles basales del biomarcador y la tasa de IAM [HR 0,70 (IC 95% 0,50-0,97)]. Los participantes con excreciones de > 35 mcg/mL de ácido tartárico urinario presentaron una menor tasa de IAM [HR 0,26 (IC 95% 0,07-0,97)]. El resto de EvCV no mostró una asociación estadísticamente significativa. 
 
Sin duda el resultado es controvertido. Los autores valoran que la subestimación del consumo de alcohol en personas de alto riesgo podría ocultar el hecho de que el consumo moderado podría reducir el riesgo de efectos adversos en la salud, ya que algunos bebedores excesivos pueden ser clasificados erróneamente como moderados o ligeros, lo que inflaría artificialmente el riesgo en estos grupos. El hecho de no emplear sólo el autoreporte del consumo sino un biomarcador, mejora este aspecto y podría aclarar este punto en futuros estudios. 

En la opinión de este redactor hay muchos puntos por los que este artículo puede ser interesante. Lo primero que hay que destacar es que a día de hoy no hay evidencia de la existencia de un consumo seguro de alcohol y la recomendación tiene que ser siempre cero. Elevan el riesgo de adicción, de patología mental, de cáncer, de tabaquismo… La recomendación es “No”. Pero…
 
Dejando de lado que es un estudio de casos y cohorte y que debería poder replantearse un ensayo clínico aleatorizado para maximizar la evidencia, este estudio parece robusto. Y se acompaña de múltiples estudios en la misma línea -que los autores referencian con mayor o menor acierto en la discusión del mismo- que aportan datos sobre el beneficio de los polifenoles que se encuentran en el vino y no en otros alcoholes. Recordemos que el patrón por el que estos pacientes bebían era “beber sólo si ya bebías” y “beber sólo vino”. 
 
¿Podríamos plantearnos mantener el consumo de vino en personas de alto RCV como aparece en el estudio? ¿Podríamos buscar desviar el consumo de alcohol hacia el consumo exclusivo de una copa de vino diario? ¿Podríamos llegar a plantear un consumo seguro de alcohol? No sé ustedes, yo no lo tengo claro de forma taxativa, pero de momento sigo abogando por el “consumo cero” de alcohol. 
 
Les leo en los comentarios.
 
Cuídense. 


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya puestos sería mejor comer uvas todos los dias