Hoy comentamos un artículo de hace un año y que hemos pensado que podía ser de interés, dado lo novedoso del objetivo y que entronca con las conclusiones de otro más actual publicado el mes pasado.
Hablaremos de la dieta, en concreto del contenido en hidratos de carbono (HC) en la dieta y la mortalidad. Un concepto éste clásicamente relacionado con el contenido en grasas, en concreto en grasa saturada y más recientemente en grasa trans. Tanto es así que las principales Guías de Práctica Clínica (GPC) recomiendan no superar el 30% de la energía consumida en forma de grasa total a expensas de aumentar el porcentaje de HC en la dieta. A su vez recomiendan limitar la ingesta de ácidos grasos saturados a menos de un 10% de la energía consumida, que deberían ser sustituidos por ácidos grasos insaturados.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte se han popularizado las dietas bajas en HC con mayor aporte de proteínas (hiperproteicas) o de grasas dada su capacidad de reducir el peso en corto espacio de tiempo, aún a costa de no conocer a ciencia cierta su repercusión sobre la salud.
Los datos al respecto en las dietas bajas en HC ponen énfasis en la procedencia de las proteínas, sean estudios de cohorte de EEUU o europeas, y sus resultados sobre la mortalidad.
Ya comentamos un estudio hace algún tiempo el Prospective Urban Rural Epidemiology (PURE) que evaluó el impacto de la dieta sobre la mortalidad total e intentó evaluar la asociación entre la grasa (sea total, saturada o insaturada) y los HC con la mortalidad y los eventos cardiovasculares (EvCV).
Se trató de un estudio prospectivo sobre una cohorte de 135.335 individuos de entre 35-70 años en 18 países, con una media de seguimiento de 7,4 años (5,3-9,3). En este período se
documentaron 5.796 muertes y 4.784 EvCV mayores. Según éste estudio la mayor ingesta de HC estuvo asociada con un incremento del riesgo de mortalidad por cualquier causa (MCC), así del más alto quintil frente al menor quintil del hazard ratio (HR) fue de 1,28 (IC 95% 1,12–1,46], p por tendencia 0,0001. Por el contrario la ingesta de grasa según cada clase de grasa se asoció con menor riesgo de MCC, así el 5º quintil frente al 1º quintil de grasa total tuvo un HR de 0,77 (IC 95% 0,67–0,87, p por tendencia inferior a 0,0001); de grasa saturada un HR 0,86 (IC 95% 0,76–0,99, p por tendencia 0,008); en grasa monoinsaturada HR 0,81 (IC 95% 0,71–0,92, p tendencia inferior a 0,0001); y en grasa poliinsaturada HR 0,80 (IC 95% 0,71–0,89, p por tendencia inferior a 0,0001).
En este sentido, el estudio que comentamos investigó la asociación de la ingesta de HC con la mortalidad y la vida útil residual de una gran cohorte de personas adultas de cuatro comunidades de EEUU y se combinó con los datos de mortalidad previos formando un metaanálisis con el que contextualizar los hallazgos. Se estudió si el cambio de los HC por diferentes grasas o proteínas de origen animal o vegetal mantenía dichas asociaciones.
Este análisis se hizo sobre la cohorte americana de 15.428 adultos del Atherosclerosis Risk in Communities (ARIC) un estudio prospectivo que evalúa los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) de cuatro comunidades de EEUU. Los individuos seguidos tenían entre 25-64 años y fueron captados entre los años 1987 y 1989. En total 6 visitas de control hasta los años 2016-17 en las que se aplicó un cuestionario semicuantitativo de frecuencia alimentaria con 66 items. El objetivo primario fue la MCC.
Durante un seguimiento de 25 años se detectaron 6.283 defunciones en la cohorte del ARIC y 40.181 defunciones en el total de las cohortes.
Según este y tras un análisis multivariante se detectó una asociación en forma de “U” entre el porcentaje de energía consumida en forma de HC (media del 18,9%, desviación estándar –DE- 9,4) y la mortalidad, porcentajes entre el 50-55% de energía en forma de HC estuvieron asociados con el menor riesgo de mortalidad.
En el metaanálisis de todas las cohortes introducidas (432.179 individuos) mostró como tanto el bajo consumo de HC (inferior al 40%) como alto consumo (superior a 70%) aumentaban el riesgo de mortalidad frente a una ingesta moderada, confirmando la asociación en forma de “U”, la HR fue de 1,20 (IC 95% 1,09–1,32) en bajo consumo de HC y de 1,23, (IC 95% 1,11–1,36) en alto consumo de HC.
Sin embargo, según la fuente de los macronutrientes la mortalidad aumentó cuando los HC se cambiaban por grasas o proteínas de origen animal, HR 1,18 (IC 95% 1,08–1,29) y disminuyó cuando el cambio se hacía de origen vegetal HR 0,82 (IC 95% 0,78–0,87).
Concluyen que tanto un defecto como un exceso de HC en la dieta se asociaría con un incremento en la mortalidad, siendo el riesgo mínimo con una ingesta entre 50-55% de HC.
Por otro lado, las grasas y proteínas de origen animal en sustitución de los HC como oveja, ternera, cerdo o pollo aumentarían la mortalidad, mientras las derivadas de los vegetales como frutos secos, verduras, cereales integrales, mantequilla de cacahuete…se asociarían con menor mortalidad.
Seidelmann SB, Claggett B, Cheng S, Henglin M, Shah A, Steffen LM, Folsom AR, Rimm EB, Willett WC, Solomon SD. Dietary carbohydrate intake and mortality: a prospective cohort study and meta-analysis. Lancet Public Health. 2018 Sep;3(9):e419-e428. doi: 10.1016/S2468-2667(18)30135-X. Epub 2018 Aug 17.
Dehghan M, Mente A, Zhang X, Swaminathan S, Li W, Mohan V, et al ; Prospective Urban Rural Epidemiology (PURE) study investigators. Associations of fats and carbohydrate intake with cardiovascular disease and mortality in 18 countries from five continents (PURE): a prospective cohort study. Lancet. 2017 Nov 4;390(10107):2050-2062. doi: 10.1016/S0140-6736(17)32252-3. Epub 2017 Aug 29.