1 de mayo de 2025

Semaglutida mejora los síntomas de la arteriopatía periférica en diabetes

 
Comentario de Enrique Carretero Anibarro (@Enriq_Carretero)

El deterioro funcional progresivo es la morbilidad predominante en pacientes con enfermedad arterial periférica (EAP). Este declive funcional conlleva una reducción significativa de la calidad de vida y puede derivar en la necesidad de intervenciones terapéuticas de rescate. La causa principal del deterioro es la isquemia periférica, además existen mecanismos que la empeoran: la vasoconstricción, la disfunción muscular y procesos inflamatorios sistémicos.

Los arGLP-1 han mostrado beneficios clínicos mejorando la capacidad de marcha en pacientes con insuficiencia cardíaca. En el estudio LEADER, realizado con liraglutida, se observó una reducción de infartos de miocardio, ictus y amputaciones relacionadas con úlceras del pie diabético. Sin embargo, hasta la fecha no se ha determinado con claridad si la terapia con arGLP-1 ofrece beneficios funcionales directos en pacientes con EAP. (Sigue leyendo...)

Con idea de aclarar estas dudas se realizó el estudio STRIDE que fue un gran ensayo clínico de fase 3, multinacional (112 centros distribuidos en 20 países de América del Norte, Asia y Europa), doble ciego, que asignó aleatoriamente a pacientes con EAP y diabetes mellitus tipo 2 (DM2) a semaglutida (SEMA) o a placebo y evaluó la función mediante un criterio de distancia máxima caminada durante 52 semanas de tratamiento.

Los participantes eran personas diagnosticadas con DM2 y EAP con claudicación intermitente clasificada como estadio IIa de Fontaine, lo que implica tener la capacidad de caminar sin dolor una distancia de al menos 200 metros. Además, debían presentar un índice tobillo-brazo (ITB) menor o igual a 0,90, o un índice dedo-brazo (IDB) menor o igual a 0,70.

Se excluyeron aquellos individuos con contraindicaciones para el uso de SEMA, presencia de otras condiciones no relacionadas con la EAP que limitaran la capacidad funcional (insuficiencia cardíaca en clase III o IV de la NYHA, o trastornos musculoesqueléticos), así como aquellos que hubieran sido sometidos recientemente a procedimientos de revascularización o tuvieran uno planificado.

El objetivo primario del estudio STRIDE fue evaluar la eficacia de SEMA midiendo la distancia máxima de marcha a la semana 52.

Los objetivos secundarios fueron: Con el fin de evaluar la persistencia del efecto se midió la distancia máxima de marcha a la semana 57, cinco semanas después de la suspensión del fármaco. El cambio en la puntuación del cuestionario Vascular Quality of Life Questionnaire-6 (VascuQoL-6), desde el inicio hasta la semana 52. La distancia de marcha sin dolor a la semana 52. El cambio en el cuestionario SF-36 (Short Form Health Survey, versión de 36 ítems). Y los cambios en el ITB, en el peso corporal y en los niveles de HbA1c.

Entre el 1 de octubre de 2020 y el 12 de julio de 2024, 792 pacientes fueron asignados aleatoriamente a recibir SEMA (n=396) o placebo (n=396). La distribución geográfica fue: 14 % en América del Norte, 29 % en Asia y 57 % en Europa. 791 participantes recibieron al menos una dosis del tratamiento, mientras que el 13 % (n=100) suspendieron permanentemente el tratamiento (14 % en el grupo semaglutida y 11 % en el grupo placebo). El seguimiento medio fue de 13,2 meses. La edad media fue 68 años, 25 % mujeres, con un 68 % de participantes blancos. El 61 % tenía DM desde hacía más de 10 años y el 59 % presentaba un IMC inferior a 30 kg/m². El ITB medio fue de 0,75 y el IDB de 0,48, lo cual indicaba EAP en estadio moderado. El 65 % de los participantes indicaron limitaciones moderadas o graves para caminar, y el 63 % consideraron que la enfermedad afectaba de forma significativa su calidad de vida, medida mediante el cuestionario VascuQoL-6.

En cuanto a los resultados obtenidos: Tras 52 semanas, la media de distancia máxima caminada respecto al inicio fue superior en el grupo de SEMA frente al de placebo. La diferencia media absoluta entre ambos grupos fue de 26,4 metros (IC 95 %: 11,8–40,9), mientras que la media fue de 39,9 metros (IC 95 %: 13,9–66,0).

Cinco semanas después de finalizar el tratamiento (semana 57), el grupo SEMA continuaba mostrando una mejora significativa en la distancia caminada. El cuestionario VascuQoL-6 también reflejó mejoras superiores en este grupo, con una media de 17,0 frente a 16,0 en el grupo placebo. La distancia caminada sin dolor también mejoró significativamente con SEMA, con una diferencia media de 13,8 metros (IC 95 %: 4,1–23,5) y una diferencia media de 29,8 metros (IC 95 %: 11,6–48,0).

La proporción de participantes que necesitaron tratamiento de rescate o que fallecieron fue menor en el grupo SEMA (4 %) que en el grupo placebo (8 %), HR 0,46 (IC 95 %: 0,24–0,85).

La mejoría en la función física, evaluada mediante el cuestionario SF-36, fue significativamente mayor en el grupo SEMA (diferencia estimada de tratamiento: 1,25; IC 95 %: 0,26–2,24; p=0,013). El ITB también mostró un aumento significativo en este grupo. Ambos grupos perdieron peso entre el inicio y la semana 52, aunque la pérdida fue mayor en el grupo SEMA (media –5,2 kg) en comparación con el placebo (–1,2 kg), con una diferencia significativa de –4,1 kg (IC 95 %: –4,8 a –3,4; p<0,0001).

Respecto a la relación entre el cambio en el IMC y la distancia máxima caminada a la semana 52, se halló una relación estadísticamente significativa en ambos grupos, esta fue débil (Spearman R: –0,1410 en el placebo; –0,1260 en SEMA).

En cuanto a la seguridad, el 53 % del grupo SEMA y el 46 % del grupo placebo experimentaron eventos adversos. Se detectaron eventos adversos graves en el 19 % del grupo SEMA y el 20 % del placebo. Los eventos graves más frecuentes fueron gastrointestinales. La interrupción definitiva del tratamiento por eventos adversos graves ocurrió en el 3 % de los participantes de ambos grupos.

Otros aspectos relevantes respecto a estudios previos fueron: una discapacidad funcional considerable de los participantes en la etapa inicial. Un menor IMC, característico en EAP no asociada a obesidad. La pérdida de peso observada con SEMA fue modesta (4,1 kg), lo que, junto a la mejora en el ITB y la distancia caminada sin dolor, sugiere un beneficio vascular directo más allá del efecto del adelgazamiento.

En cuanto a las limitaciones del estudio: los resultados no son extrapolables a personas con EAP sin DM2. El efecto de SEMA sobre eventos adversos mayores en las extremidades requiere una evaluación a más largo plazo. Además, aunque el ensayo fue doble ciego, los efectos conocidos de la SEMA en cuanto a pérdida de peso y síntomas gastrointestinales podrían haber influido en la percepción subjetiva de los participantes. La diversidad poblacional fue limitada, con una representación insuficiente de personas negras e hispanas.

En conclusión, SEMA mostró mejoras significativas en la capacidad funcional, los síntomas y la calidad de vida en personas con EAP y DM2. Estos efectos fueron consistentes en los diferentes subgrupos analizados y el perfil de seguridad fue concordante con estudios anteriores. Por tanto, estos resultados respaldan la incorporación de SEMA como tratamiento para esta población, dado su potencial terapéutico no solo sobre la claudicación, sino también en términos de beneficios cardiovasculares y metabólicos más amplios.

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