La actividad física previene la mortalidad en los individuos con diabetes
La relación entre la diabetes tipo 2 (DM2) y la enfermedad cardiovascular (ECV) está bien fundamentada. Por esto, el incremento de la prevalencia de la DM2 en los países occidentales hace que el riesgo de la ECV aumente sin control. Los efectos de la ECV se manifiestan epidemiológicamente en un incremento de la mortalidad por causa cardiovascular (MCV) y en la mayor prevalencia de enfermedad coronaria (EC). Para ello se hacen especiales esfuerzos en el control de los factores de riesgo cardiovascular de estas personas, tales como la hipertensión arterial (HTA), dislipemia (DLP), y la hiperglucemia. A la vez que se utilizan fármacos y modificaciones de los estilos de vida, tal como se ha hablado en otros post.
En concreto, es conocido que el ejercicio físico está relacionado con menor MCV y mortalidad por cualquier causa (MCC). La explicación se encuentra en que el ejercicio físico permite aumentar la sensibilidad a la insulina, mejorar el control glucémico y disminuir y a ayudar al mantenimiento del peso corporal.
Sin embargo, no se han encontrado diferencias entre las intervenciones activas mediante consejos y entrenamiento externo (ejercicio físico supervisado) con la actividad habitual de practicar ejercicio físico por parte del paciente.
Según leemos, en el 2011 un documento del Chief Medical Officers of the U.K. instaba a los adultos con DM de ese país a practicar un ejercicio físico aeróbico de moderada intensidad al menos 150 minutos semanales (ejemplo, 5 días de 30 minutos), o 75 minutos de actividad enérgica, o una combinación equivalente entre ambas.
El objetivo de este estudio fue examinar la asociación entre la actividad física total, y según los diversos tipo de actividad física, y el riesgo de MCV y MCC, en una muestra representativa de individuos con DM de la población adulta de Inglaterra y Escocia, a partir del Health Survey for England and Scotland y del Scottish Health Surveys.
Así, se identificaron a 4.456 individuos con DM (tanto DM1 como DM2) mayores de 50 años, de los que se evaluaron al final 3.038 individuos con DM entre 1997 y 2008, lo que supusieron 675 fallecimientos.
La edad de los participantes fue ≥ 50 años que fueron seguidos un tiempo medio de 75,2 meses tanto para MCV y MCC. Los datos sobre el ejercicio fueron recogidos por encuesta por entrevistadores entrenados, entre los que se incluyó la frecuencia, duración, intensidad, tipo de ejercicios, caminar, correr, actividad física en el hogar, y número de horas por MET semanal practicado durante el último mes anterior a la entrevista.
El resto de información (medicación, analítica, presión arterial...) fue recogida por enfermeras entrenadas en el domicilio del paciente.
A partir de ahí, se calculó el nivel de actividad física y se la relacionó con la MCV y MCC.
Como no podía ser de otra manera, hubo una relación inversa dosis/respuesta, después de ajustar covariantes, entre el ejercicio total practicado y la MCC y MCV
En comparación con los individuos sedentarios, aquellos que hacían algún tipo de actividad, aún por debajo de lo recomendado, o los otros que se encontraban dentro el rango de actividad de lo recomendado, tuvieron un 26% (IC 95%, 39–11%) o un 35% (IC 95% , 47–21%) menor MCC y MCV respectivamente. Estos resultados se mantuvieron por encima y por debajo de los niveles medios de actividad física media realizada.
Los deportes, los ejercicios físicos con participación, o caminar por encima de la media, estuvieron inversamente asociados con la MCC pero no con la MCV. La actividad física doméstica no se asoció con descensos de la mortalidad.
Por tanto, una prueba más, y esta vez en población occidental, de que la actividad física, aunque sea moderada está relacionada con la prevención de la MCC y MCV.
La relación entre la diabetes tipo 2 (DM2) y la enfermedad cardiovascular (ECV) está bien fundamentada. Por esto, el incremento de la prevalencia de la DM2 en los países occidentales hace que el riesgo de la ECV aumente sin control. Los efectos de la ECV se manifiestan epidemiológicamente en un incremento de la mortalidad por causa cardiovascular (MCV) y en la mayor prevalencia de enfermedad coronaria (EC). Para ello se hacen especiales esfuerzos en el control de los factores de riesgo cardiovascular de estas personas, tales como la hipertensión arterial (HTA), dislipemia (DLP), y la hiperglucemia. A la vez que se utilizan fármacos y modificaciones de los estilos de vida, tal como se ha hablado en otros post.
En concreto, es conocido que el ejercicio físico está relacionado con menor MCV y mortalidad por cualquier causa (MCC). La explicación se encuentra en que el ejercicio físico permite aumentar la sensibilidad a la insulina, mejorar el control glucémico y disminuir y a ayudar al mantenimiento del peso corporal.
Sin embargo, no se han encontrado diferencias entre las intervenciones activas mediante consejos y entrenamiento externo (ejercicio físico supervisado) con la actividad habitual de practicar ejercicio físico por parte del paciente.
Según leemos, en el 2011 un documento del Chief Medical Officers of the U.K. instaba a los adultos con DM de ese país a practicar un ejercicio físico aeróbico de moderada intensidad al menos 150 minutos semanales (ejemplo, 5 días de 30 minutos), o 75 minutos de actividad enérgica, o una combinación equivalente entre ambas.
El objetivo de este estudio fue examinar la asociación entre la actividad física total, y según los diversos tipo de actividad física, y el riesgo de MCV y MCC, en una muestra representativa de individuos con DM de la población adulta de Inglaterra y Escocia, a partir del Health Survey for England and Scotland y del Scottish Health Surveys.
Así, se identificaron a 4.456 individuos con DM (tanto DM1 como DM2) mayores de 50 años, de los que se evaluaron al final 3.038 individuos con DM entre 1997 y 2008, lo que supusieron 675 fallecimientos.
La edad de los participantes fue ≥ 50 años que fueron seguidos un tiempo medio de 75,2 meses tanto para MCV y MCC. Los datos sobre el ejercicio fueron recogidos por encuesta por entrevistadores entrenados, entre los que se incluyó la frecuencia, duración, intensidad, tipo de ejercicios, caminar, correr, actividad física en el hogar, y número de horas por MET semanal practicado durante el último mes anterior a la entrevista.
El resto de información (medicación, analítica, presión arterial...) fue recogida por enfermeras entrenadas en el domicilio del paciente.
A partir de ahí, se calculó el nivel de actividad física y se la relacionó con la MCV y MCC.
Como no podía ser de otra manera, hubo una relación inversa dosis/respuesta, después de ajustar covariantes, entre el ejercicio total practicado y la MCC y MCV
En comparación con los individuos sedentarios, aquellos que hacían algún tipo de actividad, aún por debajo de lo recomendado, o los otros que se encontraban dentro el rango de actividad de lo recomendado, tuvieron un 26% (IC 95%, 39–11%) o un 35% (IC 95% , 47–21%) menor MCC y MCV respectivamente. Estos resultados se mantuvieron por encima y por debajo de los niveles medios de actividad física media realizada.
Los deportes, los ejercicios físicos con participación, o caminar por encima de la media, estuvieron inversamente asociados con la MCC pero no con la MCV. La actividad física doméstica no se asoció con descensos de la mortalidad.
Por tanto, una prueba más, y esta vez en población occidental, de que la actividad física, aunque sea moderada está relacionada con la prevención de la MCC y MCV.
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